“Fútbol pobre de los sábados, fútbol de ascenso. Fútbol de los clubes chicos y los esfuerzos grandes; fútbol de aficionados que se quieren hacer los profesionales y profesionales con rico aroma amateur; fútbol de jugadores ignotos pero esperanzados de gloria; fútbol de pierna fuerte, cabeza gacha, tapón en alto y codo en punta; fútbol con olor a barrio, de delegaciones que van en colectivo, de bombo y cadena, de canchas que entrás, pero no sabés si salís, de estadios que están quince cuadras pasando las vías, después tres a la derecha hasta un puente y de ahí, derecho hasta el fondo”, andá y que te vaya bien; canchas sin túnel y vestuarios con vestigio a casilla, de puertas golpeadas y claraboya que permite el salivazo desencajado; barras bravas policías bravos y pasillo corto repleto de cascotes, donde podés vencer o morir por la camiseta de la suprema pasión. Es el fútbol de los gestos incomprendidos de los domingueros abonados a plateas, que no saben de atravesar riachos y puentes, descampados y calles de tierra, hasta llegar a la canchita que se puede ver el partido tanto desde adentro como desde afuera. Fútbol para no ir nunca jamás, pero para volver siempre, el próximo sábado, sin ir más lejos".

Fuente: Daniel Console "Memorias de fútbol"