Con el relato de hoy, desde la pluma iluminada de nuestro amigo José Galoppo, nos sumamos a la campaña NI UNA MENOS.
Advertencia: los hechos y personajes de este relato son ficticios, cualquier parecido con la realidad es simplemente coincidencia. Este relato no tiene ningún tipo de animosidad ni de prejuicio hacia el Club Atlético Excursionistas, dirigentes, socios e hinchas.
PRÍNCIPE Y MONSTRUO (UN ÁNGEL MALDITO)
“Hasta
aquí hablé de un príncipe, ahora hablaré de un monstruo” (Suetonio)
En
las viejas cabinas de prensa del Coliseo del Bajo Belgrano, siempre se
destacaba la figura de Miguel Ángel Rivolta. ¿Quién era? Era un muchacho rubio,
de ojos claros, que estaba en la comisión de prensa de Excursionistas, y que
siempre estaba con una sonrisa, convidando a los periodistas visitantes con
mate cocido, bizcochitos, facturas y gaseosa. Tenía una leve renguera, ya que
había sido arquero de las inferiores, había compartido entrenamientos con tipos
grosos del verde como Eduardo Menconi, Carlitos López, Ricky Mazariche y el
Beto Horvath, pero debió abandonar su
carrera de futbolista a causa de la rotura de sus meniscos. Pero su pasión por
el fútbol la canalizó al recibirse de periodista. Era el primero en poner las
formaciones en las carteleras, y siempre nos ayudaba en las notas post partido.
De modales amables, desprendía un aura de príncipe.
Sin
embargo, escondido dentro de esa postura o impostura, acechaba un ser oscuro y
desagradable. Tenía un mal carácter, impredecible y violento. Había sido barra
brava del conjunto del bajo Belgrano, y más de una vez había agredido a
jugadores rivales en trifulcas. Se sabía que tras dejar el fútbol había caído
en adicciones como la droga y el alcohol. Alguna vez se internó, pero nunca se
curó del todo. Despreciaba a las mujeres: tuvo varias parejas a las que engañó,
maltrató y mortificó sin piedad. Cuando era jefe de la comisión de prensa, decía
que no incorporaría mujeres. Incluso, les decía cosas horribles a las
periodistas que iban a Pampa y Miñones.
No
solo tenía problemas en el club, también en el barrio de Saavedra donde él
vivía, con los vecinos del barrio Mitre porque los trataba de villeros,
calamares y tirapiedras.
Hubo
varias denuncias contra él presentadas a la comisión directiva, pero fueron
desestimadas porque Rivolta siempre era el perrito faldero de los dirigentes de
turno. Hasta que una noche, cuando salía de su casa en Saavedra, en una calle
oscura casi esquina Naón, unos desconocidos lo abordaron y le dieron una feroz
paliza de la que quedó inconsciente. Se dice que eran familiares de una ex
pareja suya a la que había maltratado.
Tras
ese incidente, se le perdió el rastro en el barrio y en el club. Hasta que
otro día, lo encontraron en el cementerio de la Chacarita (se decía que vivía
oculto entre las tumbas), alterado bajo efectos psicotrópicos y desaliñado, acosando a una mujer. Fue
inmediatamente capturado.
Permaneció un tiempo en la cárcel, hasta que fue
trasladado al hospital Muñiz, donde todavía permanece hoy, afectado por el HIV,
mudo y olvidado por quienes en una época decían ser sus amigos.José Galoppo
Nota: Todo en el relato es ficticio, solamente la acción relatada puede ser real. Es un complemento para que todos tomemos conciencia e intentemos mejorar nuestra calidad de vida. Gracias.
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