El jugador ídolo
de Atlas, goleador del equipo “Marrón”, hincha de River y con una historia de
vida muy particular se retiró definitivamente del fútbol federado jugando unos
minutos en el partido por la Copa Argentina. “El Negro”, como todos lo
conocen, tuvo su gran noche.
Nacido en Córdoba, hijo de padre brasileño y madre
salteña, padre de familia y un “laburante” ferroviario incansable, Wilson
Severino no se imaginaba vivir esta noche mágica en su vida. Para los que
seguimos el ascenso desde hace tiempo, Wilson es ese buen tipo, goleador
implacable, que apareció en Central Ballester allá por el 2004; para la mayoría
es el simpático goleador del reality “Atlas, la otra pasión”. Pero sea como
fuere, Wilson ama al fútbol.
Luego de la temporada pasada había decidido colgar los
botines, a los 36 años, quedando en la historia del equipo “Marrón” de General
Rodriguez como el máximo artillero del mismo: 109 goles en 258 partidos. Jugó,
además de Central Ballester, en San Martín de Burzaco y en Deportivo Riestra,
pero nunca abandonó su cariño por Atlas.
Durante toda su carrera deportiva tuvo que laburar para
mantener a su familia. Comenzó barriendo los andenes de la estación y hoy
maneja la parte futbolística de la Unión Ferroviaria. Recorría varios
kilómetros de colectivo en colectivo para ir a entrenar todos los días y brillar
los sábados en los partidos de Primera D. Así fue su vida y lo sigue siendo.
El momento mágico de su vida, el que esparaba tal vez, se
hizo realidad cuando un llamado de su ex compañero y luego técnico de Atlas,
Cesar Rodriguez, y del presidente del club, Maxi Ambrosio, lo convocaban para
el “partido de su vida” contra River por la Copa Argentina. Ni lo pensó,
volvió, se entrenó y ahí estuvo firme junto a sus compañeros.
Salta, la tierra de su madre, sería el lugar perfecto
para su despedida como jugador del fútbol de AFA. River Plate, el equipo del cual es hincha,
el rival perfecto.
Qué importa el resultado o si jugó cinco minutos. Su
sueño era realidad. Se abrazó con todos, recibió los aplausos de la
concurrencia cuando ingresó y se emocionó con las notas que le hicieron luego
del partido. Para mejor y como frutilla del postre, Wilson Severino estuvo
sentado en la cena junto a sus colegas de un equipo grande y hasta firmó
autógrafos.
La noche mágica quedará por siempre en las retinas y en
los recuerdos de este buen jugador, tremendo goleador, laburante y mejor
persona que bien merecido lo tiene.
Felicitaciones Wilson; ahora a disfrutar.
Alfredo Nicolás Armiento
Nota: Las imágenes son de archivo y capturas de TV.
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