Tanto en activo como retirados,
en el país y en el mundo, en primera y el ascenso, muchos futbolistas sufrieron
tragedias personales.
A los jugadores que les sonrió el
fútbol pero no la vida, dedico este poema de pluma ajena, que bien puede hablar
de ellos, los actores de ese gran teatro que es una cancha. El poema en
cuestión es el de Garrick de Juan de Dios Peza.
Me tomé la libertad de versionar el “poema de Garrick”, adaptado y
abreviado, y dedicado, como dije antes, a aquellos actores de ese gran teatro
que es la cancha; a los que les sonrió el fútbol pero no la vida...
Viendo
a Garrik —jugador de nuestra tierra—
La
hinchada al aplaudirle le decía:
«Sos
el mejor 10 de la tierra
y
el más feliz...»
Y
el jugador reía.
Víctimas
de la palida espectadores,
en
sus tardes más negras y pesadas,
iban
a ver al rey de los jugadores
y
cambiaban su pálida en ovaciones.
Una
vez, ante un psiquiatra famoso,
llegó
un hombre de mirar sombrío:
«Sufro
—le dijo—, un mal tan espantoso
como
esta palidez del rostro mío.—Me deja —agrega el psiquiatra— perplejo
Su
mal y no debo acobardarlo
Tome
hoy por receta este consejo:
sólo
viendo jugar a Garrik, podrá curarse.
—¿A
Garrik?
—Sí,
a Garrik... La gente lo busca ansiosa;
todo
aquél que lo ve, jugar los ojos se llena
tiene
una magia con la pelota asombrosa.
—¿Y
a mí, me hará feliz?
—¡Ah!,
sí, se lo juro,
él
sí y nadie más que él; mas... ¿qué lo inquieta?
—Así
—dijo el enfermo— no me curo;
¡Yo
soy Garrik!... Doctor cámbieme la receta.
José
Galoppo
Nota: Las fotos son de Google para ilustrar la entrada.
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