Si digo que
el fútbol es una pasión en la mayor parte de los argentinos, no descubro nada.
El espectáculo, algo desteñido en la actualidad por actos de masiva difusión,
atrapa a quienes gustan de mirarlo, a quienes lo practican y a quienes hacen
negocios con él.
Fui muy
crítico cuando la AFA suscribía contratos con una empresa privada que no nos
permitía ver goles en tiempo real y había que esperar hasta que ellos se decidieran a mostrarlos. Como periodistas
debíamos pedirle a dicha empresa el respectivo permiso para filmar un partido o
para difundirlo (pagando derechos, obvio). Se manejaban cientos de millones de
pesos y las cosas no mejoraban. Lo único que no podía criticar era la calidad
de las imágenes; realmente de excelencia. También tenían buen nivel los relatos
y comentarios.
Hace unos
años, la brillante mente de algún funcionario hizo que ese “negocio de pocos”
se acabara. Con el pretexto de hacer que todos pudieran disfrutar del
espectáculo del deporte más popular, el gobierno se hizo cargo de transmitirlo
por la TV Pública. Nació el “Fútbol para Todos”, libre y gratuito.
Lamentablemente, en un corto tiempo nos dimos cuenta que no es así.
En primer
lugar, al ser un negocio, yo invierto y quiero recuperar lo gastado ofreciendo
espacios de publicidad y otros productos. Es la base de cualquier negocio
televisivo. Pero no en este caso. Gran parte del dinero que aportamos al erario público con
nuestros impuestos financian al fútbol y no hay retorno alguno, ya que todo se
maneja por compromisos previos. No hay posibilidad alguna de publicitar en los
espacios de difusión del fútbol para una empresa privada que no esté ligada al
Gobierno Nacional.
La AFA le
brindó los derechos al Gobierno por una suma tremenda de dinero. Empezó con $
600 millones que ya se convirtieron en $ 975 millones aproximadamente. Hay que
sumar los gastos de relatores, comentaristas y gente relacionada con la emisión
de un partido por TV, como así también el costo de los equipos para la transmisión,
que no es solamente una cámara y un micrófono. Hoy se calcula que la erogación
realizada es de $ 6000 millones, pesos más, pesos menos. Todo sale del dinero
del Estado que conformamos todos los que habitamos suelo argentino. En
consecuencia, lo pagamos todos y afirmo que el fútbol es de todos (aunque no a
todos le guste dicho deporte).
¿No se
podría utilizar esa suma para realizar obras públicas, mantener hospitales o
mejorar la deplorable educación que tenemos en nuestro país?. Es verdad, es
poco con respecto a otros presupuestos, pero suma.
A solo 20
minutos del centro de la Capital hay localidades sin cloacas ni agua corriente.
Eso sin mencionar ciertos lugares, en algunas provincias del país, en los que
no hay luz o abunda la desnutrición infantil y no tienen, siquiera, un pequeño
centro de asistencia primaria para la salud.
El
agravante está en que no hay datos confiables de la erogación de este dinero y
menos la rendición de cuentas de quienes lo reciben. Ni hablar del nivel
profesional de las transmisiones: Bajísimo. Otra conclusión: No gastamos sino
que malgastamos.
Con
respecto a la llegada masiva del “paquete Fútbol para Todos” en forma gratuita
y abierta a la población, debo mencionar que tampoco es así. ¿Alguien podría
decirme si al prender el aparato de televisión en cualquier lugar del país
sintoniza algún canal?. La respuesta es no. Tengo la suerte de viajar mucho; a
650 km de la Capital no sintonizo ni la TV pública abierta (con aparatos de
última tecnología), ni la TV Digital con los famosos decodificadores que alguna
vez se repartieron. Necesito, sí o sí, el cable o la TV satelital.
Esto
ocurre, también, en localidades cercanas al Gran Buenos Aires. Se necesita
servicio de cable para ver TV. Por supuesto que gratis no es y el dinero para pagarlo
sale de nuestro bolsillo. Segunda conclusión: El fútbol no es para todos sino
para los que pueden pagar el servicio.
Me gusta el
fútbol, practiqué el deporte y, en parte, vivo del fútbol. Pero no me desespero
por verlo por TV. A muchos les debe pasar lo mismo. Entonces, ¿Por qué debo
aceptar que parte de mi dinero sea entregado a una cofradía de dirigentes que
ni se preocupan por invertirlo correctamente?. Lo que es peor, ¿Por qué tengo
que soportar que me digan lo que tengo que ver o escuchar en los espacios que,
se supone, tienen que publicitar los interesados en venderme sus productos?.
La
respuesta la encontré cuando observé que ningún político se quejó de este
enorme gasto. En realidad sí hubo alguno, pero no profundizó en el tema. Claro,
es mejor ser dueño del espectáculo de mayor rating para vender cualquier
verdura que pagar, en forma equitativa y como marca la ley, los fondos
destinados a la pauta publicitaria oficial y pública. ¡Y con el dinero de
todos, no con el propio!. Pero esto sería motivo de un análisis más profundo.
Tal como
titulamos esta nota, “El fútbol es de todos, pero no para todos”. Tengámoslo en
cuenta.
Alfredo Nicolás Armiento
No hay comentarios:
Publicar un comentario