Los días de gloria
que vivió la AFA en otras épocas se acabaron. Algunos candidatos sin respaldo,
una Comisión Normalizadora que no hace mucho, falta de dinero, deudas que
crecen y pedidos desesperados de los antes “sí Julio” para que nada nuevo
aparezca en la Casa del Fútbol.
Desde el famoso “38-38” de fines de 2015 hasta hoy corrió
demasiado agua debajo del puente. Luis Segura, sin respaldo y cubierto de
vergüenza, se retiró porque la FIFA, al ver la situación reinante, decidió
nombrar una Comisión para “acomodar los tantos” y después normalizar el
tremendo desastre que se vive en el fútbol argentino. Es cierto que en este
punto el Gobierno Nacional, socio de la AFA hasta fin de año, puso sus
intereses por sobre los del fútbol, pero no con una injerencia directa para
evitar sanciones a nivel internacional.
Se formaron grupos de tareas (no confundir con los de
otras épocas) que solo lograron entorpecer el accionar de la Comisión
Normalizadora, se dedicaron a “apretar” a los representantes del Gobierno con
los montos que éste debía pagar por los derechos de televisión y no cumplieron
con los puntos acordados en cuanto a deudas, aportes previsionales y
reformulación de los campeonatos a futuro. Para mejor (o para peor) la famosa
Superliga impulsada por los principales clubes de nuestro país y con la que,
supuestamente, iban a recibir una millonada de billetes, fracasó porque con los
30 equipos que hay en la Primera División cualquier intento de distribuir
equitativamente el dinero o, al menos, según buenos criterios que beneficien a
todos, iba a ser inviable para la televisión, y la famosa “gratuidad” del
fútbol era un impedimento para que el que comprara los derechos pudiera recuperar
su inversión.
Con todo este panorama, los representantes del fútbol del
ascenso solo atinaron a reclamar un dinero que no estaba claro en cuanto a la cantidad a
percibir, del que se debían descontar las deudas que ya tenían con la AFA y del
que no se tenían datos certeros de su destino final. Ninguno se ocupó de
revisar los números y solo decidieron realizar un paro hasta recibir el monto
reclamado.
Recordemos que en los comienzos de la temporada 2016/17 y
con los problemas que ya se veían venir, comentamos que solamente escucharon la
cantidad de dinero que recibirían y no revisaron los otros puntos del acuerdo,
esos que mencionaban el pago de deuda, la normalización de las mismas, y otros
temas de organización. También dijimos que solo era un “parche” y habría más
descontento y posiblemente un paro que fue lo que ocurrió a los 40 días.
Todos pedían dinero. Pero el dinero es el que sale del “Fútbol
para Todos”, esa suerte de empresa estatal creada por el gobierno anterior y
Julio Grondona para hacerle creer a la gente que todo era un regalo, que los
goles no estarían “secuestrados” como antes y que el ver fútbol gratis por TV
era una especie de derecho. Quedó comprobado, pese a los insultos que recibimos
por expresar nuestro punto de vista, que todo era una mentira y un robo. El ver
fútbol es un divertimento, igual que ver rugby, automovilismo, el básquet o
cualquier otra actividad deportiva, pero no es un derecho, y menos uno
constitucional. Es preferible tener buena educación, justicia y salud, que sí
son derechos constitucionales, y no estar solo frente a un aparato de
televisión viendo fútbol. Los derechos constitucionales mencionados aún son una
deuda de los gobiernos que pasaron por nuestro país.
La verdad es que todos están en contra de la Comisión
Normalizadora. Su titular, Armando Pérez, realmente no muestra “uñas de
guitarrero” para llevar adelante esta gestión. No es lo mismo manejar Belgrano
de Córdoba que la AFA. Los clubes grandes no saben cómo hacerse de dinero para
seguir ampliando diferencias entre los participantes en nuestros torneos y siguen
escarbando en las heridas. Los más chicos padecen con las deudas que, día a
día, se acrecientan y tampoco saben cómo obtener recursos para manejar
correctamente sus finanzas.
Todos les tiran palos a los cuatro “miembros
normalizadores” que tienen el respaldo de Gianni Infantino. Nadie quiere
esperar hasta que se cumpla el plazo establecido para su gestión ni cambiar
algunos puntos del estatuto de la Casa del Fútbol argentino. Todos quieren
mantener su lugarcito de poder en la misma y recibir dádivas como fue la
costumbre en los últimos años con Grondona y Segura.
Piden elecciones y está bien; tiene que haber un
presidente elegido por todos. Hay que modificar la cantidad de miembros del
Comité Ejecutivo de AFA porque con 45 integrantes es imposible que funcione.
También la Asamblea, órgano que vota por las autoridades y los cambios,
necesita una mejor distribución de sus miembros si es que se lo quiere
convertir en algo más federal. El interior está algo olvidado y, si vamos a los
números fríos, son muchos más los integrantes del Consejo Federal que los
directamente afiliados. Además de nutrir de muchos jugadores a los equipos
llamados “capitalinos”. En pocas palabras, hay demasiadas cosas para arreglar y
poca voluntad para hacerlo. Así no vamos a ninguna parte.
El punto límite y más polémico se dio en la semana cuando
la Comisión Normalizadora y el Gobierno Nacional hicieron su jugada. Pérez
anunció las deudas de los clubes con la AFA, la AFIP dio a conocer los números
rojos y la tarifa diferencial que tienen las instituciones con dicho organismo
y con la seguridad social, y el Gobierno manifestó que desde el 1/1/17 se acaba
el fútbol para todos. Y lo que le puso los pelos de punta a los dirigentes es el
anuncio que quedó flotando sobre los posibles descensos por decreto según las
deudas que posean los clubes, de cualquier categoría y sean cuales fueran sus
pergaminos deportivos. De ese tema se habló poco.
Con todo este panorama, el fútbol argentino está al borde
del precipicio, en la delgada línea de una posible desafiliación temporaria a
nivel internacional, sin un peso partido al medio y con muchos intereses
encontrados entre sí. ¿Acuerdos?. No aparecen. Pero de alguna manera tendrán
que hacerlos si quieren mantenerse en competencia. Otros no se han dado cuenta
de la actualidad que se vive en el fútbol argentino ni en la sociedad argentina
y siguen esperando que todos los financiemos para seguir malgastando en
contratos imposibles de pagar y en mantener “grupos enquistados” en sus
instituciones como son la tristemente célebres barras bravas.
La situación es muy difícil y complicada. Las soluciones
están cada vez más lejanas.
Alfredo Nicolás Armiento
Nota: Las fotos de esta entrada fueron obtenidas de Google y son para ilustrar la nota.
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