Tal vez el Negro Falucho haya sido puesto como un símbolo
de la lucha de los africanos, mulatos y zambos durante la independencia
americana (y dieron su cuota de sangre con creces). Lo cierto es que también
tuvo su lugar en la literatura, y en la literatura futbolera.
Como Bram Stoker, quien mediante el recurso de la
hipérbole (exageración o mitificación de la realidad) convirtió a Vlad Tepes en
Drácula; o como Leopoldo Marechal, quien adaptó Antígona al contexto histórico
argentino, el escritor, historiador y psiquiatra (y secretario de Cultura
durante el gobierno de Alfonsín) Mario "Pacho" O´Donnell, en su libro
"La
seducción de la hija del portero" (1975), escribió "Falucho",
insertando el mito del soldado de la Independencia en la piel de un hincha de
fútbol (cuyo apellido es Ruiz) quien después de un partido en el Amalfitani es
capaz de jugarse la vida por la bandera de su equipo frente a la barra brava
rival. Cabe señalar que aparecen mencionados muchos jugadores del Vélez
Sarsfield de los años 70 (Fenoy, Avanzi, Correa, Tagliani, Asad, Fornari,
Benito y Santillán) y que en la segunda lectura se muestra el desasosiego de la
Argentina del gobierno de Isabel Perón en medio de un drama familiar y
social.
Les dejo un fragmento de esta magnífica narración:
—...constitución de
los equipos —estaba diciendo el locutor y Ruiz hizo un movimiento veloz para
elevar el volumen. Escuchó varios avisos intercalados, jabones; lavarropas,
muebles, vinos, la mayoría referidos al glorioso 25 de Mayo. Después siguieron
los nombres de los jugadores, con las pausas al final del arquero, backs,
línea media y delantera. Escuchaba con atención, con verdadero interés,
esperando a Vélez.
Porque el fútbol,
su pasión por Vélez, era lo único que insuflaba algún entusiasmo en la vida de
Ruiz.
Antes del Prode él
era el encargado de organizar la polla en el ministerio y durante años
recolectó los papelitos y las apuestas con una prolijidad y una honestidad
obsesivas. El fútbol y Vélez eran sus temas de conversación inevitables.
—¿Y Ruiz, qué les
pasó el domingo? —le decían con expresión sobradora cuando perdían y otras era
él el que se hacía cargadas eufóricas, con esa brevedad de los viajes en
ascensor. De fútbol también conversaba en el bar, intercalando sorbitos de
grapa. El fútbol era lo único capaz de hacerle mover los brazos cuando
hablaba, alzar la voz con énfasis, dar golpes sonrientes en espaldas ajenas, y
recibirlos.
—Vélez Sarsfield
formará de la siguiente manera —la puta madre, otra vez lo ponían a Asad en vez
del pibe de la tercera.
—¿Me planchaste la
bandera? —preguntó casi con sadismo, vengándose del director técnico,
descontando en la boca de Yolanda esa mueca crispada de todos los domingos. O
de ese 25 de mayo en que también había partido. Fomentándole la envidia por ese
pedazo de su vida que ella trataba de equilibrar infructuosamente con los
fatigosos viajes hasta Garín para visitar a su prima Gladys, dejando pasar el
tiempo hasta que él volviera después del partido y de los comentarios en el
bar. Haciendo de cuenta que ella también tenía cosas que hacer, escenas donde
incluirse.
José Galoppo
Nota: Las imágenes fueron obtenidas de Google para ilustrar la nota.
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