"Barracas love story"
La princesa y el barraqueño (un amor en
ascenso)
Buenos Aires,
1972… Kruchoski era un hombre del sur de la ciudad de Buenos Aires, un típico
ser del otro lado de la avenida Rivadavia. Un camionero trabajador y luchador
incansable, que sin embargo tenía sus defectos: era borracho, violento y rudo.
Se lo podía ver los sábados en la tribuna de Olavaria y Luna, del estadio Chiqui
Tapia[1], ya que era un
fanático de Barracas Central, el club del barrio.
En ese año, en
la primera de Aficionados[2], el conjunto
rojiblanco estuvo a punto de ascender. Pero empató el primer puesto con Armenio
y Liniers, y debieron jugar un triangular de desempate. Hagamos aquí un punto y
aparte, porque Kruchoski ese año tuvo un vuelco radical en su vida. Ese año,
Kruchoski conoció a Grisel, una chica del barrio que era maestra y que tenía un
rostro de princesa. Qué tendrá que ver una chica esplendorosa con un guapo de
barrio, se preguntarán ustedes, pero lo cierto es que fue así.
Bar "La Flor de Barracas", donde, tal vez, nuestro personaje se sentó a sus mesas.Ambos experimentaron un cambio en sus vidas: Grisel comenzó a ir los sábados a Olavaria y Luna y Kruchoski comenzó a salir de la caparazón en que se hallaba envuelto, y a ser un poco más prolijo y presentable en su forma de ser. Volvamos a ese torneo, en el desempate, empató con Armenio y perdió con Liniers y se despidió del ascenso. Kruchoski y Grisel afianzaron su relación en ese tiempo, y que cuando comenzaba a ir viento en popa, Grisel se enfermó de un mal incurable a principios de 1974. Para Kruchoski fue un golpe terrible, pero siempre estuvo a su lado y la acompañó en su lecho de enferma, sin dejar de escuchar los partidos de su querido Barracas.
Cuando Grises
estuvo a punto de morir, le dijo a Kruchoski, con voz apenas audible que “iba a
acompañar a Barracas desde el cielo” y “que por favor fuera a la cancha a ver a
Barracas campeón”. Después murió. Y tras el funeral, Barracas jugó el partido
decisivo en Olavaria y Luna con Cambaceres: ganaron los camioneros[3] por 2-1. Y a pesar de
disfrutar de la seguridad de Pistone, la fuerza de Podeley, el juego de Díaz,
los goles de Andino y Ferreira, entre otros muchachos dirigidos por Francisco
Calabrese, su pena era infinita. Y tras el partido, fue al cementerio de la
Chacarita y llevó a la tumba de Grisel un ramito de rosas rojas y blancas, en
señal de agradecimiento por el título.
Los años fueron
pasando, pero Kruchoski siempre fue fiel al recuerdo de su pareja y a su querido
Barracas. Cuando en 1981 el equipo de Moccia, Versan, Ledesma, Gismondi, Lemos,
Battista, Mansilla y Zacarías, al mando de Rubén Moreno volvió a ascender,
volvió a agradecer de la única forma que podía, llevándo flores rojiblancas a
Grisel.
El Estadio "Chiqui Tapia" en la actualidad. No se veía así en aquella época
Y lo mismo hizo
en 1989, con el equipo que tenía a Tremonti, el arquero maravilla
y el señor de los 1.131 minutos. Y volvió a hacerlo en 1992. Siempre en
esos momentos tuvo la memoria y el corazón agradecidos.
Y una vez, una
sola vez, le pidió un favor a Grisel. Fue en el año 2010, en el desempate por el
ascenso entre Barracas y Excursionistas. Como se jugó sin público en Atlanta,
Kruchoski debió mirarlo por la televisión. Y cuando el partido se moría, miró
hacia arriba y le pidió a Grisel que los ayudara… y en ese instante, vino el
centro y Salom puso el 1-0 que desató el delirio y le dio el ascenso al equipo
de Gómez, Lambermont, Almada Flores, Salom y Kopriva. Cuando terminó el partido,
Kruchoski miró el cielo con los ojos llenos de lágrimas… y al día siguiente, no
llevó solo flores a su tumba, sino también la camiseta toda sucia y transpirada
de Salom, como agradeciendo su ayuda. Hoy Kruchoski es socio vitalicio de los
barraqueños y colabora con la vida del club, ya es un hombre maduro y más
correcto, pero su corazón tiene un vacío difícil de llenar…
José Luis Galoppo
[1]En ese entonces no se llamaba así.
[2] Hoy Primera D
[3] Así les dicen a
Barracas Central, también barraqueños o guapos.
digno de un libro de cuentos al barrio. me gustó mucho.
ResponderEliminarCarlos Trabulsi - de barracas -