"Que llegará el día, que no quemen sus recuerdos, que se apagará el dolor" (Las Pelotas, "Personalmente")
Sarandí, sábado 19 de diciembre de 1970
"Desborda Confesor por la banda derecha, manda el centro, sale mal el arquero, Yudica cabecea, entra Lamela a la carrera...y goooooool de Talleres, gooooolllll de Talleres. Carlos Lamela a los 12 minutos del segundo tiempo, sacó una tremenda volea a la carrera, tras el cabezazo de Yudica y la defensa quilmeña nada pudo hacer. Talleres 1, Argentino de Quilmes 0, en 12 minutos del segundo tiempo..."
Cuando Lamela metió la pelota en la red, en ese partido que fue la final para el ascenso a la B, de la tribuna albirroja salió el grito ensordecedor. Pero en medio del grito y de los abrazos, un hombre se quedó quieto, se tomó la mano en el pecho y se desplomó en el tablón. Sus compañeros lo advirtieron y gritaron: "Paren loco, Murillo está palmado..." Lo acostaron y lo tendieron boca arriba, tratando de hacer masajes y buscando una ambulancia...
Diario de la época reflejando aquel partido
Angel Murillo era un habitante de Remedios de Escalada, que nació allá por 1925 (curiosamente el mismo año del ascenso de Talleres a Primera). Y no tuvo una vida feliz, ya que se crió en la pobreza y debió trabajar desde niño. Fue lustrador de zapatos, repartidor de diarios (hay quien lo recuerda leyendo a escondidas los periódicos antes de venderlos), lechero. Su padre estuvo preso por anarquista, y después (acaso por la experiencia de la cárcel) se convirtió en un ser violento y alcohólico, hasta el día de su muerte, que se desquitaba con su familia. Angel terminó el primario a los ponchazos, y después logró con mucho sacrificio llegar a lo que muchos querían ser en Escalada: obrero ferroviario. Se dice que fue uno de los tantos que salieron desde los Talleres a Plaza de Mayo el 17 de octubre de 1945, pero lo que sí se sabe es que fue parte de la huelga del 51. Y que esa huelga le costó el trabajo en el ferrocarril.
Durante años debió yirar sin empleo fijo, debiendo soportar además el abandono de su mujer. Hizo algunas changas hasta que recién consiguió estabilizarse, pero la tristeza y la depresión eran una constante cada día.
Acaso su única alegría eran los sábados seguir a Talleres. Ya habían quedado atrás los años en que el tallarín supo jugar en primera. El fútbol y alguna botella de vino eran sus únicas alegrías. Solo mucho tiempo después, Murillo había consegudio estabilizar su vida.
Para 1970, Murillo esperaba que la T ascendiera, después de la decepción del año anterior ante Comunicaciones. Junto con otros hinchas y socios, había fundado la peña Van Domselaar, por el apellido del arquero del equipo (de la que ya hablamos en otro cuento). Y esperaba ansioso el partido final para el ascenso a la B...
El Gran equipo de Talleres de 1970
... Lo llevaron al Hospital Finochietto de Avellaneda, pero ya era tarde. Angel
Murillo había fallecido a los 45 años de un infarto, y entre todos los hinchas
de Talleres, muy pocos sabían por qué, en el momento del grito ahogado y de la
muerte, tenía una sonrisa en sus labios.
José Galoppo
Nota: Fotos del archivo del fútbol
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