Miguel Tomás Bianculli fue otro símbolo del fútbol de ascenso: un defensor de pierna fuerte, de gran prestancia, de estampa rocosa y un caudillo de la defensa.
Pero
paradójicamente, al igual que otros, su andar por el fútbol comenzó en la
primera división, concretamente en Vélez. Surgió en la cantera de Liniers, y
debutó en Primera en 1978, jugando 8 partidos y siendo suplente de Jorge,
Artico, Piazza y Larraquy. Con el Fortín logró el subcampeonato del Metro 79 y
fue parte del plantel que al año siguiente llegó a semifinales de Copa
Libertadores.
Pasó
en 1981 a Atlanta, y al año siguiente se cruzó de vereda y fue a Chacarita,
donde fue figura en el ascenso de 1983 formando una sólida dupla con Osvaldo
Ingrao. Al año siguiente, él y su socio en la cueva fueron a Gimnasia, y llevaron
al Lobo a Primera venciendo a Racing, para sorpresa de propios y extraños. En
1985 pasó a Italiano, allí compartió la zaga central con Palito Díaz durante 5
años y llevó al ACIA a Primera en 1986. En 1989 pasó a Lanús, donde a
pesar de jugar poco (Mainardi y Schurrer lo precedían) sumó otro ascenso a su
colección. Y en 1991 cerró su campaña en 9 de Julio de Rafaela, tras jugar 251
partidos, 5 goles y 4 ascensos con 4 equipos distintos en 8 años. Un verdadero
talismán del fútbol promocional.
Hoy
nos dejó, y seguramente seguirá jugando en los potreros del infinito cósmico
junto al Beto, Garrafa, el Trinche, Cejitas, el Negro Bravo, entre otros.
Estas líneas están dedicadas a su memoria.
José Galoppo
Nota: Las fotos fueron obtenidas de Google.
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