Tristeza. Tristeza por todos lados; por dónde se lo mire y por dónde se lo analice.
Tristeza por lo que ocurrió antes, durante y después del fallecimiento del futbolista más grande que el mundo vio durante casi 20 años.
Falleció Diego Armando Maradona. El
mejor futbolista que quien esto escribe vio en una cancha de fútbol. Remarco:
solo en una cancha de fútbol.
No soy simpatizante de Argentinos
Juniors ni mucho menos de Boca. Tampoco de Nápoli pese a mis raíces y
co-ciudadanía italiana. Pero lo disfruté en la cancha. Lo ví hacer cosas
imposibles con una pelota en el campo de juego y aplaudí, como muchos, incluso
jugadas y goles en contra de mis equipos.
Lo disfruté, y mucho, en quel mundial
juvenil de 1979 en Tokio, madrugando más de la cuenta para ver los partidos en
directo. Grité y festejé como un loco en el mundial de México en 1986, me
extasié con sus juagadas en la cancha y ni que hablar con el gol a Inglaterra
en épocas muy particulares para nosotros los argentinos. Incluso lo disfruté en
Italia 90 por el valor y coraje para seguir jugando cuando las lesiones y los
golpes recibidos le hubiesen hecho decir “basta” durante los partidos…..Pero él
siguió.
Magnifiqué a Diego Maradona , lo
idolatré, pero siempre dentro de una cancha de fútbol. Como el gran jugador que
fue. No es de mi competencia analizar sus pasos afuera de un campo de juego
aunque sí he manifestado en algunas ocasiones que me parecía asqueroso y un
pobre tipo cuando no tenía una pelota entre sus pies.
Y comencé escribiendo “Tristeza”. Tristeza
antes del desenlace, por cierto previsible si se lo analiza detenidamente, y
por la imagen del otrora mejor jugador que vi el 30 de octubre, fecha de su
cumpleaños número 60 y del reinicio de la ahora Liga Profesional de Fútbol.
Casi a la fuerza sacaban al máximo ídolo del fútbol de un auto; casi
arrastrándolo lo llevaron hasta ponerlo delante de un cartel de publicidad. Él
parecía no entender nada. Luego aparecieron dos tipos haciendo rostro: Marcelo
Tinelli y Claudio “Chiqui” Tapia, para sacarse unas fotos, entregarle unos
regalos y decirle al oído vaya a saber qué cosa. Después a jugar al fútbol como
si nada y a otra cosa. ¿Y el Maradona ser humano que necesitaba recuperarse?.
Bien, gracias.
Cayó la internación, la operación y los
cuidados post operatorios que, al parecer, fallaron. Ese “durante” y sus
palabras, o mejor dicho un pedido, el
poder ver a todos sus hijos juntos, algo que lamentablemente no pudo ser
realidad, hacían presagiar un final doloroso, casi irremediable. Y no tardó
mucho: el ídolo se fue. Se nos fue a todos realmente. Pero mucha más tristeza
me dio el “después”.
El accionar de funcionarios
gubernamentales, y no hablo de cuatro de copas o perejiles, que quisieron
adueñarse del cuerpo de Maradona. Decidieron usar su cuerpo para beneficio
político, para evitar que “los que no piensan como ellos” aparecieran en cámara
junto al féretro. Y se eligió la Casa de Gobierno para el velatorio. Poco
importó lo que pensaran o dijeran sus familiares directos. Debía ser allí.
Desde mi punto de vista hubiese sido
mejor el edificio de la calle Viamonte al 1300, sede de la AFA, a la que tanto
le dio Diego Maradona. O en el predio de Ezeiza, amplio, para respetar el
distanciamiento social vigente y con una cancha de fútbol donde Maradona era
feliz. O “la Bombonera”, que fue ofrecida, o el estadio de Argentinos Juniors,
que lleva su nombre y desde donde creció futbolísticamente al mundo.
Además se permitiría la presencia masiva
de la gente y de los hinchas de fútbol principalmente. Otro gran error ya que si
pensaban que los barras (que eran los que estaban allí) iban a portarse bien, a
mantener la distancia social, a respetar las reglas y rendir sentido homenaje
al ídolo, se equivocaron totalmente. Y pasó lo que pasó y todos lo vimos. Un
absurdo; una película de terror. Por momentos me pareció ver aquellos
levantamientos de los años 70 y 80 en países africanos buscando revelarse
contra los dictadores y buscando su independencia. Gases lacrimógenos en la
Casa de Gobierno, con las autoridades adentro. Parecían las tribunas de la
cancha en plena pelea de barras y todo lo que quieran imaginar. Para peor, los
créneos que idearon esto para obtener un rédito político le echaron la culpa a
otros, como siempre, e incluso a la familia de Maradona. Diego les hubiese
dicho: “Se les escapó la tortuga”.
Maradona solo tuvo paz y felicidad
adentro de una cancha de fútbol; con la pelota entre sus pies y sentenciando
con goles a algún arquero rival. No la tuvo en su vida, ni siquiera después de
muerto. Las últimas 24 horas mostraron al mundo lo incapaces que son los
dirigentes que deben llevar adelante a este bendito país en el que vivimos. Le
mostraron al mundo que ni siquiera somos capaces de despedir y homenajear a uno
de los máximos ídolos de nuestro deporte y del fútbol mundial.
Velorio y amontonamiento de gente en “la
Rosada”, sin respetar las reglas impuestas por la autoridad sanitaria nacional
y sin importar si se contagian de covid-19, no importa, todo bien. Un pase
libre. Ahora, el reactivar la economía, permitir actividades deportivas
plenamente, reabrir escuelas para educar a niños y jóvenes es mala palabra; eso
no se puede, está prohibido.
Lo cierto es que al “barrilete cósmico”,
como lo bautizara el otrora relator uruguayo, se le cortó el hilo; se volo; se
fue. Quedó un vacío en el mundo futbolero y también una “caprichosa N° 5”
llorando de tristeza y ya lo extraña.
Ojalá puedas descansar en paz, Diego
Armando Maradona. Y encuentres esa paz junto a Doña Tota y Don Diego que
seguramente te están esperando.
Te doy las gracias eternas por la magia que me regalaste y me dejaste ver en una cancha de fútbol. Del resto mejor no hablemos porque ahora no viene al caso. Que descanses en paz Diego Armando Maradona.
Alfredo Nicolás Armiento
Nota: Las imágenes fueron obtenidas de Google.
No hay comentarios:
Publicar un comentario