CARLOS BARULICH: EL AMULETO
DE ITALIA 90
Continuando con los homenajes a grandes periodistas, o
por lo menos rescatar sus recuerdos, hoy les traigo un recuerdo singular.
Para muchos, el nombre de Carlos
Barulich, periodista nacido en Pujato (Santa Fe), en una familia de
inmigrantes croatas, nos retrotrae al staff de ATC Deportes de los años 80,
junto a Enrique Macaya Márquez, Mauro Viale, Oscar Gañete Blasco, Horacio de
Bonis, Guillermo Cánepa, José Almozny y otros. Juntos hicieron un programa
llamado "Encuentro Deportivo" y los albores de "Fútbol de Primera".
Pero también fue protagonista de una historia singular,
que él contó en primera persona, y que con su autorización se las comparto a
ustedes, como recuerdo para este gran periodista que supo tener un lugar
en la prensa nacional.
“HACE VEINTISIETE
AÑOS FUI PERIODISTA, Y TAMBIÉN AMULETO DE LA SUERTE Y MANOSANTA”
(Fuente: facebook de Carlos Barulich)
Ese mundial fue transmitido en forma exclusiva por ATC
(hoy TV Pública), y en todos los partidos estábamos Antonio Carrizo, Mauro
Viale, Guillermo Cánepa, Edgardo Antoñana, Omar Gómez Sánchez y yo. Y en el
primer partido, tras la derrota con Camerún, advertí que Mauro y los demás
muchachos estaban tristes, descorazonados y con caras de decepción. En el corte
inmediato al final del partido, les empecé a hablar poniéndome las pilchas de
“argento”, diciéndoles, entre otras cosas “nosotros
somos Argentina, venimos de ser campeones, estos muchachos lo van a sacar
adelante, yo les apuesto que llegamos a la final”.
Cuatro días después, el rival era la URSS (Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas, que dejaría de existir como tal al año
siguiente), y al arrancar la emisión fui redoblando la apuesta, ante la cautela
de mis compañeros de mesa. Argentina ganó dos a cero y después igualó con
Rumania. Venía todo bien, pero el rival en octavos era nada menos que Brasil, y
Argentina estaba emparchado, el tobillo izquierdo de Maradona era un pomelo
enorme, y sólo un gigante como Diego podía salir a la cancha ese día. Y Brasil
atacaba y atacaba y Argentina no hacía pie. En el entretiempo, Antonio Carrizo,
que siempre se sentaba a mi lado, me puso la mano en la rodilla y me dijo: “Tengo ganas de irme a mi casa, qué dice
usted Barulich?”. “Me extraña Antonio, hasta la final no paramos”. Confieso
que ya no me quedaba demasiado optimismo en los bolsillos. Pero…cuando
faltaba poco, gran jugada de Maradona, pase fantástico entre tres brasileños a
Caniggia que esquiva a Taffarel y gol. Y Argentina pasó a cuartos de final.
Media hora después, me avisan que había una especie de manifestación frente al
canal, en la puerta de Figueroa Alcorta. Me asomé y salí a la vereda. Y no
podía creer lo que sucedía. La gente venía a sacarse fotos conmigo, y me
tocaba, y yo me sentí Ceferino Namuncurá. Y juro que me asusté. Y ese día, y al
día siguiente, y los demás días, viví cosas que jamás había imaginado.
En cuartos de final fue empate con Yugoslavia, y antes de
los penales me vi obligado a inyectar nuevas dosis de optimismo, mientras
seguía bebiendo ginebra como si fuera lo que realmente era, agua. “Tranquilos que pasamos a cuartos de final,
no podemos perder por penales”, les dije a mis compañeros y a los millones
de televidentes. Cuando Diego erró el tercer penal de Argentina, sentí las
miradas de mis colegas, pero seguí con la cara de optimismo. El penal siguiente
lo ejecutó Pedro Troglio y pegó en el palo. Me quería morir allí nomás, pero
disimulé y no cambié la cara de optimismo, y empecé, en silencio, a rogarle al
Vasco Goycochea que me salve y nos salve. Mauro Viale ya se quería ir. Y atajó
el Vasco. Llegó el turno de Gustavo Dezotti y lo hizo, y acto seguido otra vez
el Vasco.
Cuando arrancamos la transmisión, yo adopté una
posición más cauta y los teléfonos empezaron a sonar. “¿Por qué Barulich hoy no está tan eufórico?”, preguntaban a los
telefonistas.
“Hoy pasamos a la
final Mauro”. “Pero mire que es Italia y son locales”, me respondió Viale.
Y tomé más “ginebra” que nunca. “Ojo que
Diego es local en esa cancha”, tiré como al pasar, y no estaba equivocado.
El partido se jugó en el San Paolo, o sea, en la casa de Diego.
Obviamente antes de los penales les dije a mis compañeros
que el Vasco nos salvaba otra vez. Y también a los televidentes. Y la historia
tiene un final conocido, las dos atajadas del Vasco ante Donadoni y Serena
provocaron el célebre “siamo fuori” de los italianos. Cuando se encendió la
cámara del estudio, sorpresivamente y en medio de tanta euforia -lo que hizo
que no escuchara ni viera al asistente de dirección-, apareció la imagen de mi
abrazo con el inolvidable Antonio Carrizo, llorando ambos. Esa filmación fue
difundida horas después por los canales italianos que mostraban nuestra
euforia, poniendo este título en pantalla: “Así
son los periodistas argentinos”.
Esos días de “manosanta” son simplemente un recuerdo que
se reaviva cada vez que escucho la que fue para mí la mejor canción de todos
los mundiales.
José Galoppo
Nota: Las fotos fueron obtenidas de Google para ilustrar la nota.
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